Esto lo escribí hace casi medio año, no tenía planeado subirlo porque es algo diferente a lo que normalmente escribo y no creo que sea mi mejor historia, pero en fin, aquí lo tienen, gracias por leer y por sus críticas.
Hola, querido amigo, se que no me conoces y que tal vez no te importe mi historia, pero puede ser que esta sea la única forma de que alguien conozca la verdad, puede ser que así mi alma se quede tranquila.
Era el cumpleaños de mi prometido, Julián, me había propuesto matrimonio hacía a penas un mes, su familia tienen una hacienda y decidió festejarlo allá. La fiesta no fue muy grande pero asistieron todos nuestros conocidos y la familia de Ernesto que cuidan del rancho. Recuerdo que en el transcurso del día platiqué un poco con Rebeca, la mujer de Ernesto, estábamos sirviendo la comida cuando se le cayó un plato, se apenó mucho y me contó que llevaba varias noches sin poder dormir pero cuando le pregunté por qué no me quiso decir nada, noté que se puso algo nerviosa.
– Cierre bien las puertas cuando se vayan a dormir, señora. – dijo Rebeca justo antes de seguir sirviendo como si nada la comida a los invitados.
Aunque su consejo me extrañó, decidí no hacerle mucho caso pues imaginé que no dormía por atender a sus cuatro hijos. La fiesta transcurrió sin problemas, todos bailamos, comimos, bebimos y sobre todo disfrutamos. Estaba tan contenta de hacer mi vida al lado de Julián, él lo era todo para mi, toda la velada pensé que era una de las miles que compartiríamos en nuestra vida.
Ya estaba haciéndose de noche y los invitados comenzaron a despedirse, pues también se había nublado y nadie quería manejar en una noche lluviosa. Marina, una prima de Julián que vive en el extranjero estaba de visita con su esposo y sus dos hijos, estaba muy preocupada porque su marido no conoce bien la carretera y para evitar riesgos los invitamos a quedarse a dormir en la hacienda. La hacienda es bastante grande, la casa de Ernesto y Rebeca está al fondo cerca de los establos y la casa principal en donde fue la fiesta tiene varios cuartos que son muy espaciosos, cada uno tiene varias camas y su propio baño, así que a Marina le pareció perfecta la idea, mandamos a los niños a dormir y nos quedamos conversando y contemplando la lluvia unas horas.
No nos dimos cuenta y de la nada ya eran las 3 de la mañana, así que nos despedimos y quedamos de desayunar en el pueblo cercano a la mañana siguiente, de camino a nuestras habitaciones notamos que en la casa de Ernesto aún tenían las luces encendidas, nos extrañamos un poco pero Julián nos dijo que a Rebeca le gusta tejer en las noches y sin más llegamos a nuestra habitación y caímos rendidos.
No había pasado mucho tiempo desde que me acosté pero algo me despertó de golpe, me senté en la cama y me acerqué el vaso de agua que tenía en la mesa de noche pero al dar el primer sorbo escuche un grito, sonaba como una mujer llorando y lamentándose, me horroricé e intenté despertar a Julián pero medio dormido me dijo que eran los gatos del rancho, pero los gritos no cesaban así que decidí salir a ver que era, salí de la habitación y me asomé por la ventana, noté que las luces de la casa de Rebeca ya estaban apagadas, caminé por el pasillo siguiendo los horribles gritos, estaba justo frente a la puerta principal y los escuchaba como si estuvieran del otro lado, eso definitivamente no era un animal, me quedé paralizada de escucharlos tan cerca, sentí como un escalofrío recorría mi espalda, reaccioné cuando vi que la perilla estaba girando, corrí hacia mi habitación y cerré la puerta con seguro, entre gritos de pánico intenté despertar a Julián pero no reaccionaba, de pronto escuché como golpeaba la puerta de nuestra habitación, tomé un rosario que me había regalado mi abuela, abracé a Julián, cerré los ojos y comencé a rezar, de pronto los golpes y gritos se detuvieron, pero no paré de rezar, abrí los ojos y la vi, una mujer de mi misma estatura, no había nada malo con su aspecto de no ser por su ropa gastada y sus ojos, ojos que a pesar de oscuros brillaban en la oscuridad, estaba de pie justo al lado de nuestra cama, pero no me estaba viendo a mi, sino a Julián, la empujé con todas mis fuerzas, del golpe la aruñé y fue hasta entonces que me postró sus ojos en mi.
Desperté en una habitación de hospital, lo primero que vi fue un oficial de policía y a un doctor, el oficial no paraba de hacerme preguntas sobre la noche anterior, pero no sabía muy bien que contestar.
– ¿Donde está David? – me preguntó el oficial
– ¿El hijo de Marina? no sé, la verdad es que no recuerdo mucho de anoche
– ¿Anoche?, señora, usted está aquí desde hace una semana – intervino el doctor – Oficial Campos, tendrá que regresar otro día, por lo que veo mi paciente está muy confundida y no quisiera frenar su recuperación.
El doctor despidió al oficial y pronto los dos salieron de mi habitación, no entendía nada de lo que estaba pasando, tampoco entendía donde estaba Julián o el por que cuando preguntaba por el nadie me contestaba, al poco tiempo llegaron mis padres, mi madre me abrazó casi llorando y me dijeron que me habían dado de alta que nos fuéramos a la casa, seguía sin entender por qué estaba yendo a casa de mis padres en vez de a la mía y de mi prometido.
Ya en casa de mis padres entré al baño de mi antigua habitación, al ver mi reflejo en el espejo quede pasmada, tenía rasguños en toda mi cara, en mi brazo derecho y parte de mi pecho.
– ¡Mamá! – grité desesperada, mi madre subió corriendo las escaleras y me preguntó que si que pasaba – ¿Qué me pasó? – le pregunté llorando
Mi madre me explicó que el hijo de Marina había desaparecido esa misma noche y que a mi me habían encontrado desmayada cerca de los establos, que en la ambulancia yendo hacia el hospital había contado lo que pasó pero todos asumieron que estaba alucinando por perder sangre, me contó que al siguiente día mi historia había sido desacreditada por Rebeca, quien dijo que ella jamás estuvo ayudándome a servir comida, que yo estuve haciendo eso sola toda la noche y que cuando analizaron la sangre que tenía en mis uñas era de David.
Lo que siguió de ese día fueron interrogatorios, citas, juicio y al final sentencia, nadie nunca creyó mi versión y la verdad es que no puedo culparlos, hoy enfrento la pena de muerte. Desde mi celda ya escucho sus pasos, sé que vienen por mi, pero la muerte ya no me da miedo, a lo que sí le tengo terror es a ella, ella que desde ese día regresa todas las noches y se para enseguida de mi cama, a veces llora o grita y a veces se burla de mi, creo que alguna vez la vi irse con un niño pequeño, muy delgado y pálido que aunque nunca puedo ver su rostro se que siempre está llorando, yo solo le ruego a Dios que ese no sea David.
Abrieron la puerta de mi celda, es hora, me voy.
– Lorena.